90 % (grado alto) en peso, aunque también está disponible en soluciones al 3 %, 6 %, 27,5 % y 30 %. Asimismo, se vende según “volúmenes” (lo que significa la cantidad de gas oxígeno que se liberará por ml de solución). El peróxido de hidrógeno se estabiliza durante su fabricación para evitar la contaminación por metales y otras impurezas; pese a ello, el aditivo no podrá inhibir la descomposición si se produce una contaminación excesiva.
La exposición humana por inhalación provoca irritacion e inflamación extremas de la nariz, la garganta y el tracto respiratorio; edema pulmonar, cefalea, mareo, náuseas, vómitos, diarrea, irritabilidad, insomnio, hiperreflexia; temblores y entumecimiento de las extremidades, convulsiones, pérdida de la consciencia y shock. Estos últimos síntomas son el resultado de una intoxicación sistémica grave. La exposición a neblinas o pulverizaciones de peróxido de hidrógeno causa picor y lagrimeo de los ojos. Si el peróxido de hidrógeno salpica los ojos, puede producir lesiones graves, como ulceración de la córnea; en algunas raras ocasiones ésta aparece hasta una semana después de la exposición.
El contacto de la piel con el peróxido de hidrógeno en forma líquida produce una decoloración pasajera de la piel y, si la contaminación no cesa, es posible que se produzca eritema y vesiculación.
Aunque la ingestión de peróxido de hidrógeno es poco frecuente, cuando se produce puede causar irritación del tracto gastrointestinal superior. Su descomposición produce la rápida liberación de O2, provocando la distensión del esófago o el estómago y, posiblemente, graves lesiones y hemorragias internas.
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